Se recordará como las finales de Sevilla y Atenas, como la noche de Roma, pero seguramente con más dolor, por incontables factores. Por el 3-0 de la ida, las bajas de Salah y Firmino, los errores de Jordi Alba... el cuarto gol de Origi... Historia negra del Barcelona que se cobrará víctimas. Porque un hundimiento así, un año después de Roma, obliga a cambios estructurales. Enfrente, memorable Liverpool, que hizo un monumento al fútbol levantando un 3-0 sin dos de sus mejores hombres.
El fracaso es histórico. Empezando por el entrenador, incapaz de encontrar un antídoto a un Liverpool diezmado, alineando el mismo equipo que dispuso en la ida, donde el Barça fue muy inferior; pasando por la defensa, desarbolada, personificada en un Jordi Alba fallón como nunca, retratada en el 4-0; por un centro del campo destemplado, superado, sin personalidad ni físico (excepto Arturo Vidal); y acabando en la delantera, con Messi en el foco, impecable en la ida, desaparecido en la vuelta, cuando tenía que salvar a sus compañeros.
Coutinho volvió a dimitir en una noche en la que los jugadores de su valor tienen que dejarse notar. Ni la temperatura de Anfield, que él conoce como nadie, le conectó. Fuera de foco, sin ganar un duelo, desesperadamente tibio cuando los reds ardían. Viendo su partido parece mentira que fuera ídolo en Liverpool. Desaprovechó la primera del Barça con un inocente tiro en un ataque que prometía. Era el 17'. No dejó ninguna otra noticia positiva. Un partido de los que quedan grabados para mal.
Un fallo de Jordi Alba hizo que tronara Anfield, posibilitando ese 1-0 tan buscado por el Liverpool, ese primer gol que tanto debía evitar el Barça en los minutos iniciales. Era el 6'. Origi puso la primera piedra de la remontada. El lateral se equivocó cediendo atrás un balón de cabeza, fallo de los que se arrastran. Parecía que el internacional se rehacía, sobre todo en ataque, hasta el punto de que tuvo la mejor ocasión azulgrana en la prolongación. Alisson evitó el empate. Pero en el arranque de la segunda volvió a perder un balón que propició el 2-0, en una noche en la que sufrió como no se recuerda.
Wijnaldum fue un ciclón. Apareció nada más iniciarse la segunda parte para clavar dos goles en apenas dos minutos. Indetectable e imparable para la defensa azulgrana, desarbolada por su empuje y llegada en segunda línea. Marcó por bajo y por alto, dando muestra de su polivalencia.
Fue el mejor del Barça hasta que Valverde le retiró en el 75'. Bajó el nivel en la segunda mitad, porque mantener el de la primera era prácticamente imposible. Fue el único jugador que aguantó de pie las embestidas del Liverpool, ganador de casi todos los duelos en los que estaba inmerso, acorde al partido de pierna fuerte que se estaba jugando. No le gustó el cambio. Sorprendió que Valverde le quitara, por su partido y también porque Rakitic y Busquets tenían amarilla.
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