El alcalde de la ciudad de Manaos, Arthur Virgilio Neto, un feroz crítico
de la gestión de la pandemia por parte de Bolsonaro, reveló que en su
distrito morían en promedio entre 20 y 30 personas al día, pero la cifra
subió a casi 200 por jornada y colapsó el deficitario sistema de salud
La nueva enfermedad llegó a Manaos en marzo, en medio de la temporada de
lluvias. Al menos fue entonces cuando las autoridades médicas la detectaron
por primera vez en la capital del estado de Amazonas, que es a su vez una
región remota e internacional. Una precaria carretera conecta la ciudad con
el resto del país, y otras municipalidades están a horas de distancia en
barca. Pero la flora y la fauna tropicales atraen normalmente a los cruceros
de turistas, y empresarios de todo el mundo vuelan hasta allí para visitar
su zona de libre comercio. El pasado octubre, Manaos envió una delegación a
China para buscar inversionistas.
La primera víctima mortal del virus se reportó el 25 de marzo y los decesos
se han incrementado desde entonces. Pero debido a la falta de pruebas, solo
el 5% de los más de 4.300 entierros realizados en abril y mayo fueron de
casos confirmados de COVID-19, según estadísticas funerarias locales.
Para acomodar a la creciente cantidad de ataúdes, el cementerio público
Nossa Senhora Aparecida taló una zona de bosque tropical para abrir zanjas
en la tierra anaranjada y sepultarlos allí.
Estas fosas comunes provocaron el enfado de los familiares de los muertos
con las autoridades municipales. ¿Por qué los cuerpos de sus seres queridos
tenían que ser enterrados de esa forma si no había evidencia de que sus
muertes fueron causadas por el COVID-19?, preguntaron.
Médicos y psicólogos dicen que la negación de base procede de una mezcla de
desinformación, falta de educación, escasez de pruebas y mensajes
contradictorios de los líderes del país.
El primero de los escépticos es el presidente, Jair Bolsonaro, quien
se ha referido repetidamente al COVID-19 como una “gripecita” y manifestó
que la preocupación por el virus es exagerada. Sus seguidores son receptivos
a su negación del virus, tan decididos como él a seguir con su vida como
siempre.
Los desbordados servicios de emergencias se han encontrado con una
reticencia similar a la hora de reconocer el riesgo viral. Sandokan Costa,
médico de ambulancia, dijo que los pacientes suelen omitir mencionar los
síntomas de COVID-19, poniéndolo a él y a sus compañeros en un riesgo mayor.
“Lo que más me ha sorprendido es la creencia de la gente de que la pandemia
no es real", afirmó.
Un mes más tarde, los hospitales de Manaos estaban desbordados con miles
de casos y cientos de fallecidos.
“Es una escena en vida de una película de terror. El estado ya no es de
emergencia, sino de calamidad absoluta”, describió en una entrevista en
mayo el alcalde de la ciudad, Arthur Virgilio Neto, un feroz crítico de la
gestión de Bolsonaro, a quien llegó a tildar de “loco” en las redes
sociales.
En Manaos morían en promedio entre 20 y 30 personas al día, pero la cifra
subió a “más de 100” diarias y colapsó el deficitario sistema de salud. El
alcalde también denunció la llegada del virus a las alejadas comunidades
indígenas de este estado de 1,5 millones de km2 (casi el triple de España)
y el aumento de la deforestacion.
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