Tu carrera comienza en Uruguay a tus 12 cuando hiciste aquella publicidad de tampones, ¿qué le dirías a esa nena ahora mirando para atrás?
—Le diría que no lo haga porque creo que hoy ese tipo de publicidad no colaboran con las mujeres. Yo tenía 12 años y estuve una semana sin ir al liceo porque, cuando yo hice la publicidad, no sabía que me estaban haciendo un primer plano de la cola.
Yo no tengo ningún problema con mi cuerpo, lo he expuesto laboralmente.
Soy realmente muy desprejuiciada. En ese momento se vio como algo simpático, a mí me abrió muchas puertas, de hecho llegué a la Argentina por esa publicidad. Fue mi primer trabajo profesional por el que me pagaron.
Y así, juntando ese dinero de las publicidades, logró llegar a Argentina. “Las vacaciones nuestras eran durante muchos años venir a Buenos Aires: Recuerdo el Obelisco, la calle Corrientes, Florida, esas pizzerías en las esquinas tan emblemáticas, se respiraba arte”, cuenta Natalia al recordar aquellos años de anonimato.
Sus días ahora los pasa en su casa con “Ata” (como le dice a su hijo) que toma cursos de origami a diario “Todo lo que es manual le encanta, incluso desarma guitarras con el papá”. Este año, Oreiro tuvo que frenar el proyecto de la película de Santa Evita que retomará las grabaciones recién en marzo de 2021.
Mientras tanto, estrena este documental que recorre su vida, la de una mujer que no olvida de dónde surgió y que se emociona cuando regresa a la casa de su abuela donde pasaba las tardes soñando con ser una estrella. Podríamos asegurar que esos juegos de infancia lograron hacerse realidad. Tarea cumplida.
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