Explorando los antiguos rituales funerarios del antiguo Egipto, un reciente estudio arroja luz sobre un enigma que ha fascinado al mundo durante décadas: la supuesta 'maldición del faraón' asociada a la apertura de la tumba de Tutankamón en 1922.
Según el investigador Ross Fellowes, la clave de esta misteriosa cadena de eventos radica en un legado peculiar dejado por los antiguos egipcios: lo que él describe como "desechos peligrosos" depositados en las tumbas. Al analizar textos funerarios, Fellowes descubrió referencias a una sustancia denominada 'torta de azafrán', una especie de polvo amarillo compuesto por uranio y otros residuos tóxicos.
Este hallazgo cobra relevancia al considerar la alarmante incidencia de muertes inusuales entre egiptólogos modernos que han trabajado en excavaciones de tumbas. Según el estudio publicado en el Journal of Scientific Exploration, muchas de estas muertes presentaban síntomas compatibles con enfermedades hematopoyéticas, asociadas a la exposición a radiaciones.
Fellowes postula que estas muertes pueden atribuirse al envenenamiento por radiación, producto de la exposición a elementos radiactivos presentes en las tumbas, como el uranio contenido en la 'torta de azafrán'. Esta teoría ofrece una explicación científica a lo que anteriormente se había considerado como una maldición sobrenatural.
Los antiguos egipcios, apunta Fellowes, parecían estar conscientes de los peligros de estos residuos, como lo sugieren las inscripciones funerarias que advertían sobre consecuencias fatales para quienes profanaran las tumbas.
Una de estas inscripciones premonitoriamente advertía: "Aquellos que perturben este lugar encontrarán la muerte a través de una enfermedad indetectable por los médicos".
Este estudio no solo arroja luz sobre un enigma histórico, sino que también subraya la sofisticación del conocimiento y las prácticas funerarias de la antigua civilización egipcia.
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